Si nos centramos en las tendencias puramente digitales, nos encontramos en un entorno que tiende a la simplificación de interfaces y procesos. Flat Design o minimalismo en el diseño de plataformas es una de las tendencias en lo meramente estético, sin embargo, son más amplias y abarcan más ámbitos además de lo visual.
Se da mucha importancia a los micromomentos y las microinteracciones: desencadenar en el momento preciso una acción, con interfaces sencillas, que provocan transaccionalidad y valor para el usuario. La complementariedad entre dispositivos que se produce, por ejemplo, cuando vamos al cajero, sacamos dinero y nos llega una notificación al móvil desde la que podemos comprobar el importe, o con un clic somos capaces de anular la tarjeta de crédito si la extracción no la hemos realizado nosotros, son ejemplos básicos de las capacidades de complementariedad entre dispositivos, que hemos visto crecer en 2018. Son múltiples posibilidades las que se abren a las entidades para atender y asesorar en momentos concretos que provocan los movimientos de dinero en las cuentas de clientes. No todo es digital. Según Fjord, lo físico contraataca, y es que estamos llegando a un estado de conexión que requiere cierta “dieta digital” y para algunos servicios preferimos relacionarnos en un entorno real.
Los algoritmos de Inteligencia Artificial cobran más importancia que nunca, dirigiendo desde las campañas de marketing hasta la conversación con los clientes. Asistimos a una nueva revolución en la automatización de tareas, cada vez más inteligentes, ya no son solamente tareas repetitivas o de baja cualificación. Y si la conversación con las plataformas está bien gestionada, puede convertirse en un motor de ventas y una mejora de la calidad percibida.